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El suplicio de los venezolanos al cumplirse tres meses de protestas

Comercios con pocas ventas, estudiantes sin clases y limitaciones para movilizarse son algunos de los cambios que han generado las protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro.

Tres meses de angustias
Tres meses de angustias llevan los venezolanos ante protestas.

02 de junio del 2017

Notipascua.-Venezuela está semiparalizada. Disturbios que dejan al menos 85 muertos, vías cerradas, estudiantes sin clases, comercios vacíos y ladrones que aprovechan el caos marcan la cotidianidad en tres meses de protestas contra el presidente Nicolás Maduro.

El Observatorio de Conflictividad Social (OVCS) contabiliza unas 2.700 manifestaciones desde el 1° de abril, lo que complica aún más a una población que ya lidia con la falta de alimentos y medicinas, la inflación y la criminalidad.

Aquí cinco testimonios:

En la ruina

“Se llevaron absolutamente todo”, cuenta con desazón Ricardo Rivas, dueño de una carnicería saqueada la noche del 16 de mayo en San Cristóbal (estado Táchira, oeste), junto con otros 20 comercios.

Visitaba a su madre cuando lo telefonearon para decirle que hombres armados destrozaron, en hora y media, el esfuerzo de años.

Se llevaron toda la carne y también cuchillos, molinos, cámaras, computadoras. Solo quedaron las neveras.

“Me provocó cerrar e irme, pero soy de los que cree que uno debe quedarse y luchar”, dijo el comerciante de 29 años, quien puso en venta su camioneta y despidió a la mitad de los empleados para mantenerse a flote.

Menos clientes, menos pan

Desde su panadería, Daniel Dacosta ve a encapuchados listos para una nueva batalla campal con policías y militares en Altamira, sector acomodado de Caracas con constantes disturbios. Cerró una vez más.

Las protestas empeoraron el desabastecimiento de harina, obligando a este portugués de 64 años a despedir a dos trabajadores y reducir horarios. El negocio funciona al 50%.

“Los clientes no llegan, la situación es explosiva”, sostiene. La “gente tiene miedo a salir por las bombas lacrimógenas y los malandros” que pescan en río revuelto.

Pero “hay que seguir pa’lante”, afirma Dacosta.

Frenazo en seco

Jean Carlos Ponce debe ingeniárselas para esquivar trancas y barricadas con su taxi. Los días de manifestaciones la clientela disminuye y queda hasta dos horas parado.

“Cuando termina la protesta, todo el mundo se va y uno queda a la deriva, entonces es mejor no seguir aquí a riesgo de que le roben a uno el carro o la plata”, cuenta.

“Tratamos de irnos a zonas donde no haya riesgo de que nos quemen el taxi”, sostiene Jean Carlo. Solo una llanta cuesta lo que gana en un mes.

Aulas de clases vacías
Aulas de clases vacías

Aulas vacías

Estudiante de idiomas en una de las principales universidades privadas, Laura Doffiny pierde semanalmente hasta tres días de clases ante la imposibilidad de movilizarse. Algunos profesores optaron por sesiones virtuales y sabatinas.

“Debería tener 10 clases presenciales a la semana y termino teniendo tres o cuatro”, dice la joven de 21 años.

Si no tiene clase, va a manifestar. A veces las evaluaciones coinciden con las protestas y, a regañadientes, cumple el deber académico.

Algunos alumnos discuten con los profesores y entre sí. “Venezuela necesita profesionales, no mártires”, señala una pancarta en su universidad.

Triple calvario

Karelis Rojas recibe el impacto de las protestas por partida triple: como ama de casa, trabajadora y manifestante.

Sus hijos, una niña de 12 y un niño de 5 años, dejaron de estudiar durante tres semanas por disturbios en el oeste de Caracas. Aunque dos cuadras separan su casa de los colegios, hay riesgos.

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